El verdadero significado de la felicidad
Una vez leí la historia de una mujer que perdió a su esposo y a sus dos hijas en un accidente automovilístico. En su aflicción se preguntaba cómo uno comenzaría a recuperarse de tal tragedia... ¿Cómo levantarse cada mañana y hacer sentido de su nueva realidad? Eventualmente, sabiendo que tenía que hacer algo para comenzar a sanar, se convirtió en voluntaria en un orfanato, en donde encontró consuelo y solaz y un nuevo propósito en su vida.
A veces podemos caer en la trampa de enfocarnos en lo que hemos perdido, lo que quisiéramos ser o tener, o en nuestras dificultades y problemas. Esto puede afectar nuestra capacidad de ser agradecidos y por ende, disminuir nuestra disposición a ser felices. Corriendo así el riesgo de olvidar que, al igual que nosotros, hay muchos que experimentan estos mismos sentimientos, necesitados de amor, bondad y compasión.
“La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis, sino más bien el no sentirse queridos, cuidados y abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino.” - Madre Teresa
No es de extrañar entonces que Jesús tomará sobre él la forma de un siervo. Y lo hizo con una humildad asombrosa.
“Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.”
Marcos 10:45
A todos se nos dan habilidades específicas y dones espirituales durante esta increíble aventura llamada vida, los cuales se nos confiaron para bendecir a los demás. Todos podemos hacer una diferencia en la vida de alguien.
En ocasiones hemos oído decir que es mejor dar que recibir. Recibir es genial, no me malinterpretes, pero cuando nos enfocamos en dar y el hacer por los demás, podemos experimentar una alegría y dicha jamás imaginable.
Yo no sé tú, pero yo he sido bendecida en tantas ocasiones; y la gracia de Dios me ha tocado en los momentos más oscuros y difíciles de mi vida. ¿Quién soy yo para guardarlo todo adentro? Lo que he aprendido de las experiencias vividas y las pruebas pueden ayudar a cambiar la historia de alguien. La satisfacción que recibimos al saber que podemos ser un instrumento del Creador del universo es increíble y al menos para mi entender es donde radica la verdadera felicidad.
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre.”
Juan 14:12
El siguiente párrafo está tomado del capítulo “El Puertorriqueño Compasivo” de mi libro, De las Tinieblas a la Luz.
“Basta sólo empezar con nuestro vecino, un amigo, o con regalarle una sonrisa a un desconocido. Es cierto que algunos recorren el mundo evangelizando, pero si todos nos fuéramos lejos, ¿quién quedaría para transformar a nuestra comunidad; para llevarle un platito de arroz con habichuelas al viejito que vive solo al final de la calle? ¿Quién sembraría las margaritas en esa esquina del barrio llena de maleza? ¿Quién compraría las botellas de agua y prepararía los sándwiches para el adicto que vive en esa casa abandonada que nos repugna y asusta cada vez que pasamos por ella? Deja que el Espíritu de Dios obre a través de ti. Yo siento que es nuestra responsabilidad como ser humano el dar de nosotros mismos y servir a los demás. No importa cuánto tengamos o en qué situación nos encontremos, siempre habrá algo que podamos hacer, siempre. Escuchar, dar una palabra de aliento, un acto de bondad, y tú ¿Qué vas a hacer?”
La verdadera felicidad radica en las buenas relaciones con lo demás y por ende en el poder del amor. Y eso es lo que Dios es: AMOR. Y cuando a su vez entregamos ese amor a todos los que encontramos, no podemos evitar sino ser FELIZ.